Claudia Julieta Duque, Premio Libertad de Prensa Reporteros sin Fronteras

No quiere volver a recordar los peores días en que el miedo y la angustia opacaron su existencia. Le resulta demasiado doloroso y por eso la recién ganadora del Premio Libertad de Prensa de Reporteros Sin Fronteras, la colombiana Claudia Julieta Duque, escribió sus vivencias para quienes quieran conocer los sentimientos de una periodista, madre de una adolescente, amenazada de muerte.

Su calvario comenzó en el 2001 cuando sufrió un secuestro a manos de unos desconocidos. Pretendían intimidarla para que no continuara con sus investigaciones sobre el asesinato del célebre humorista Jaime Garzón, ocurrido en Bogotá en 1999. Continuó con un intento de desaparición en octubre de 2004 y con constantes llamadas cargadas de terror, así como con seguimientos.

«Cuando (el señor que telefoneó) empezó con la sarta de insultos, amenazas y la descripción detallada de lo que le harían a mi niña por ‘haberme metido con quien no era’, sentí una descarga eléctrica que recorría todo mi cuerpo, y seguí escuchando, pasmada, hasta que dijo: ‘Le vamos a esparcir los dedos por su apartamento, su hija va a saber lo que es sufrir, perra», narra en el relato que envió a la revista colombiana Gente.

Los años no han calmado a quienes pretenden convertir su vida en un infierno. Antes querían impedir como fuera que descubriera a los autores intelectuales del crimen de Garzón; ahora, quizá, que Claudia Julieta no implique al DAS y otras entidades estatales en las tramas que acabaron con su tranquilidad. Porque ya está demostrado, según la Fiscalía, que fueron agentes del Estado quienes la torturaron durante casi dos lustros aunque hasta la fecha no hay nadie detenido.

«Yo tengo la convicción de que los autores intelectuales del asesinato de Jaime Garzón siguen en el DAS y otros en puestos importantes del poder», le dice a yodona.com en conversación telefónica por móvil. No quiso dar su número fijo y prefirió no concertar una cita. «En Colombia está demostrado que cuando las víctimas de algún delito recurren a la Justicia, las amenazan».

Piensa que se siguen ensañando con ella porque «por un lado, hay gente responsable de lo ocurrido que sigue libre y que tiene poder y, por otro, porque las pruebas más fuertes de que desde el DAS hicieron montajes, prácticas criminales contra personas que consideraban molestas, contra defensores de Derechos Humanos o periodistas, las tiene la Fiscalía con mi caso». Además, lejos de tirar la toalla, sigue en primera línea, trabajando en la emisora web, Radio Nizkor, un proyecto de información sobre los derechos fundamentales, donde realizan denuncias de violaciones de los mismos y que nació en España y se extendió a diversos países del globo.

Para protegerse, en lugar de escoltas armados, escogió integrantes de las Brigadas Internacionales de Paz, una ONG que, entre otras misiones, acompaña a personas amenazadas tanto tiempo como lo necesiten. «Con ellos me siento más segura, aunque no porten armas, que con escoltas del DAS o del gobierno». A veces permanecen junto a ella y su hija las 24 horas del día, en ocasiones sólo unas horas.

«Hay gente que me odia con pasión, que está por encima de cualquier lógica, que dicen sí, péguenle un tiro a esa vieja. Y cuentan con que en estos casos, la impunidad es la norma», indica. «Llevo ocho o nueve años en estas y es la primera vez que lo que me pasa tiene relevancia. Antes las autoridades y muchos colegas me tildaban de loca, de paranoica; ahora, con las pruebas, las evidencias de los ataques del DAS contra mí desde el 2001, que el Ministerio del Interior negaba, hay credibilidad y la bulla ha servido. No me siguen desde hace unos días».

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