Alicia
Alicia cuéntame como fue lo que te ocurrió cuando te quedaste encerrada en el baño y estabas sola en una casa.
-Pero si ya le lo conté…
-Sí pero por favor cuéntamelo de nuevo. Así eras tú, comadre, hermana, amiga inolvidable; así eras tú, compañera de los mejores años de la vida: inquieta, luchadora, inteligente sensible, amena como nadie.
La Serena… Coquimbo, los patios de la Escuela, los modestos paseos al Arrayan, los veraneos en Paihuano, cuando el compadre desaparecía por dos días, tantos lugares, tantas charlas a la luz de la lámpara o frente a la brisa marina. Así eras tu hacedora de exquisitos platos españoles, del mejor gazpacho; así eras tú, amante de la poesía y el tango, descubridora de los secretos del submundo de la dictadura, especialmente en el plano judicial.
Aprendí de ti aspectos inéditos de ese oscuro mundo de los jueces venales, del corrompido ámbito de los que se vendieron a la tiranía. Así eras tú que desde las distancia, nos enviabas maravillosa cartas sobre la vida en Europa,las que junto a Inés leíamos con tanto interés como si estuviéramos viviendo en las calles de París o de Roma.
Con Inés esperabas nuestros resultados de Licenciatura. Ya era de noche, cuando el compadre llamó desde el Bar Oriente: Habla el abogado Jliberto por sí y a nombre del abogado Cruz-Coke, y tu lloraste de emoción al recibir la noticia.
No pudimos celebrar esa noche. Estábamos agotados; habíamos vivido una jornada muy dura en la que el compadre había brillado con su disertación y yo apenas me había salvado de la reprobación.¡Qué importaba si teníamos la vida por delante!
Y la tuya fue rica en experiencias, en desafíos, que nunca eludiste, afrontándola con valor y convicción. Llegaste muy alto, sin caer nunca en la adulación, en el engaño. Tantos seres humanos te deben su libertad, su esperanza de vivir en un mundo sin opresión, sin temor de ser sujeto de abusos y amenazas.
Haberte conocido fue un privilegio, un premio de la vida, un regalo de Dios, ser tu amigo fue un honor que guardo en lo más profundo de mi alma.
Por ti no lloraremos hoy; por ti, en tu homenaje, trataremos de luchar por los valores que tu con gran coraje defendiste en tu vida, llena de pasión colmada de esa ”sed de altura“ de que hablaba Huidobro.
Una tarde a orillas de un río, durante un paseo, un amigo común, recitó “Todas íbamos a ser reinas”.
Tu lo fuiste.
Eduardo