El feminismo filosofico

El feminismo filosófico en España: entrevista a Celia Amorós

LUZ STELLA LEÓN HERNÁNDEZ Y CELIA AMORÓS PUENTE
UNED, Madrid

A través de las preguntas sobre su trayectoria como filósofa feminista ilustrada, la relación entre la teoría y la práctica feministas, la situación del feminismo en la actualidad y sus metas y proyectos más urgentes, entre otras, Celia Amorós —máxima representante, junto a Amelia Valcárcel, de la teoría feminista filosófica de la igualdad— nos «ilustra» sobre los retos del feminismo como movimiento ilustrado, emancipador y radicalmente igualitarista. Al hilo de su narración van surgiendo temas fundamentales como la globalización, el multiculturalismo, las políticas de igualdad, la alianza de civilizaciones, la necesidad de buscar «vetas de Ilustración», entre otros. Temas urgentes que nos exigen confrontarlos, pasarlos por el tamiz del feminismo, con la certeza de que «las mujeres nos lo jugamos todo» como internacionalismo porque, como se nos dice aquí, o la liberación de las mujeres se da en todas partes o no se da, pues siempre puede haber involuciones.

LUZ STELLA LEÓN HERNÁNDEZ (S. LEÓN)
¿En qué momento de su trayectoria profesional como filósofa se declara feminista?

CELIA AMORÓS PUENTE (C. AMORÓS)
Mi sensibilización se produjo básicamente en solitario, al hilo de las experiencias personales y de algunas lecturas que fueron fundamentales para mí en esos años, por ejemplo, Simone de Beauvoir, que estaba en la línea de mis posiciones existencialistas; o La mística de la feminidad de Betty Friedan, que presenté cuando era representante estudiantil en Valencia. Ya en aquel entonces me preocupaba contextualizar las luchas por la emancipación de las mujeres en el marco de la lucha antifranquista y anticapitalista. Otro libro importante fue Psicoanálisis y Feminismo, de Juliet Mitchell. Sin duda hoy mantendría posiciones más críticas con su teoría, pero en su día me sirvió para contrastar los rendimientos que podrían dar el estructuralismo —corriente por la cual estaba interesada, pues hice mi tesis sobre Mitológicas de Lévi-Strauss—. Me quedó abierto, de este modo, un amplio campo que fue dando forma teórica a mis preocupaciones militantes y que se plasmó en diferentes trabajos y, por fin, en mi libro Hacia una crítica de la razón patriarcal.

En aquel entonces me preocupaba muy especialmente el feminismo como ética, sin minimizar el feminismo como movimiento social. Por otra parte, tomé partido en la polémica del llamado «feminismo de la diferencia » y «feminismo de la igualdad», posicionándome en este último, pero haciéndole más concesiones al feminismo de la diferencia del que luego le haré al constatar los indeseables efectos políticos que produce.

Por otro lado, fue importante mi amistad con Amelia Valcárcel con quien entablé una comunicación intelectual y que ha sido para mí un referente. También mi contacto con Alicia Puleo, una mujer sumamente valiosa e inteligente. De esos mismos años conservo entrañable amistad con Luisa Posada, Ana de Miguel, Rosa Cobo, Cristina Molina, Amalia González e Inmaculada Cubero, etc., a las cuales considero un poco como hijas…

Entre mis primeros trabajos como feminista se encuentra el que editó Ángeles Durán, Sesgos patriarcales en el discurso filosófico. Presenté en la Universidad de La Laguna, donde había sido invitada junto con Javier Muguerza, Ludolfo Paramio y Tomás Pollán, un trabajo sobre ética feminista que representó para mi, digamos en la terminología taurina, la toma de la alternativa, el respaldo de los filósofos del establisment de izquierda para mi quehacer filosófico feminista.

S. LEÓN: Como filósofa feminista ilustrada, podemos decir jueza y parte en la construcción del feminismo de la igualdad, ¿cuál es la imagen más representativa de esos orígenes?

C. AMORÓS: Yo la relacionaría con los comienzos del Seminario «Feminismo e Ilustración» que comenzó en el curso 87/88, al que acudieron investigadoras como Alicia Puleo, Ana de Miguel, Rosa Cobo, Concha Roldán, Luisa Posada, e invitadas como Cristina Molina, digamos que las considero como el grupo fundacional. También es importante recordar mi colaboración con el grupo de las historiadoras, el grupo fundacional del Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense, donde destacaba la figura entrañable de Carmen García Nieto fallecida hace unos años. Pues bien, se puso de largo ese Instituto en el año 1989 con la celebración del bicentenario de la Revolución Francesa.  Empapelamos toda la Complutense con un cartel que aún conservo.

Lo que hicimos fue reconstruir, con fuentes francesas sobre todo, lo que significaba la Revolución Francesa para las mujeres. En el 89 también se puso en marcha el curso de Historia de la Teoría Feminista que tuvo lugar en el Salón del Instituto de la Mujer de la calle Almagro de Madrid y por el que han pasado muchas feministas. Creo que ha sido un elemento que ha contribuido a la conciencia histórica del movimiento feminista español y su proyección latinoamericana… Para reconstruir mi relación con Latinoamérica, he de decir que para mi fue muy importante la invitación de Haydée Birgin, Presidenta de la Comisión de Familia del Senado en aquel entonces, a dar un ciclo de conferencias en Buenos Aires. Allí se urdió un vínculo entrañable, que dura hasta nuestros días, con investigadoras feministas que son a la vez amigas personales, como María Luisa Femenías. Y podría citar muchas otras…

Por otra parte, introduje la temática de la teoría y crítica feministas en algunos cursos de doctorado que di por aquellos años, como «Mujer, no ser y mal», así como sobre las polémicas en torno a las figuras posmodernas de deconstrucción del sujeto y la lucha por reconstruir lo que podría ser un sujeto feminista. Otro hito importante fue mi estancia en Harvard en el 93 porque me interesaban entonces las posiciones de Seyla Benhabib.

Y por último estoy muy orgullosa de algo que costó mucho esfuerzo, pero que por fin conseguí y fue introducir en la Universidad Complutense como asignatura optativa la «Teoría y Crítica Feminista », materia que hoy cuenta cada vez con mas alumnos y está asentada.

S. LEÓN: ¿Cuál es la relación entre teoría y práctica? y ¿cuál es la función de la teoría feminista?

C. AMORÓS: La función de la teoría feminista como toda teoría, ya lo dice su raíz griega, es «hacer ver». Pero la teoría feminista tiene la particularidad, como lo he dicho en muchas ocasiones, de que su hacer ver es inseparable de un irracionalizar, las relaciones jerárquicas entre los sexos en multitud de ámbitos. Eso sólo se deja ver a la mirada crítica: la mirada convencional ni siquiera lo discierne. Y por ello la teoría feminista va íntimamente unida al feminismo como movimiento social, pues, tal como lo señalan teóricos de los movimientos sociales como Melucci y Ana de Miguel, los Movimientos Sociales son «laboratorios culturales» que operan transformando la sensibilidad social ante determinados fenómenos: así, podemos llamar ahora actos de «violencia de género» a lo que antes se denominaba «crimen pasional». Se trata de una verdadera transformación epistemológica y política a la vez, porque, insisto en ello una vez más, conceptualizar es politizar.

S. LEÓN: En tantas «sendas de Ilustración » transitadas, la conquista de la individualidad es una tarea colectiva en la que vosotras habéis colaborado de forma decisiva. Ahora bien, ¿en qué situación estamos? ¿Cuáles siguen siendo los puntos vulnerables del proyecto emancipatorio y universalista feminista?

C. AMORÓS: Yo no creo que tengamos puntos vulnerables. Lo que si tenemos son puntos enormemente difíciles de llevar a la práctica porque las resistencias a que las mujeres sean individuos es de una tenacidad que todavía nos sorprende: los comunitarismos, los multiculturalismos, los regímenes teocráticos e incluso nuestras actuales democracias presentan en este punto el hueso más duro de roer. Si las mujeres son individuos, los aspectos más indeseables de la organicidad social no se pueden mantener. En una sociedad en que las mujeres tuvieran reconocido un estatuto de individualidad plena, la capacidad crítica y reflexiva de esa sociedad se incrementaría de un modo sorprendente, y la cohesión social podría ser reconstruida sobre bases nuevas de lucidez, capacidad reflexiva, autocrítica, y redefinición del contrato social.

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