Fundamentalismo religioso

Las cimas que puede alcanzar el dogmatismo de cualquier signo atenta contra los principios y los derechos más elementales. Hace mucho tiempo que el fundamentalismo religioso instalado en la jerarquía católica española no deja de vomitar aseveraciones, a cada cual más asquerosa, nauseabunda, repugnante. Ahora nos vienen con que la violación de niños es una memez incomparablemente menor que el aborto. Sobre todo si los abusos los realizan los curas, les ha faltado decir. Parten de una ideología en la que las mujeres (y ahora, por lo que parece, los niños también) son responsables del pecado de estos hombres con afanes castos.

Pobrecitos, ellos tan indefensos antes las tentaciones del diablo que adquiere las formas más inocentes. Además, como ha dicho un vocero fundamentalista, ¿acaso la violación puede ser considerada como tal cuando la sexualidad no se centra en la procreación? Después de leer esta frase innumerables veces parece inconcebible que alguien en su sano juicio la haya escrito. Más sorprendente es, si cabe, la nula reacción de los grupos antiabortistas a semejantes barbaridades. Las y los defensores del nasciturus pierden toda credibilidad si tienen a estos compañeros de cama. Bueno, por no hablar de la muy contenida reacción del gobierno central a las palabras del cardenal prefecto de la Congregación por el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Antonio Cañizares.

Es evidente que la jerarquía eclesiástica realiza una apología de la violencia. Y sin embargo no pasa nada. Ellos siguen cobrando las mastodónticas sumas de dinero público; ellos siguen impartiendo su doctrina con todas las facilidades de los privilegiados; ellos hablan con la fatuidad de quienes se creen elegidos por los dioses para denunciar la inmoralidad de los tiempos modernos. Y, como se ve, predican con el ejemplo. En fin, es tan repugnante, que los calificativos se agotan. ¿Cómo responder a estos apologetas de la violencia contra las mujeres y los niños? Los no creyentes apostatando. Y los creyentes, que lo tienen más difícil, enfrentándose a la jerarquía.

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