Hablan las mujeres
Hace unos días en un entrevista sobre el tema del machismo en el lenguaje y tras una serie de preguntas relacionadas con ello, me preguntaron por los signos en la sociedad que mostraban hasta qué punto sigue habiendo discriminación de la mujer. Y se me olvidó citar lo que ocurre en el mundo de la intelectualidad, por decirlo de una forma más amplia, en el mundo de la creación. Da igual que sea en pintura, como en literatura como en música incluso en arquitectura. Y lo he recordado y comprobado una vez más cuando tras unos días de viaje he repasado el correo electrónico con toda la serie de actividades que nos ofrece este apretado mes de abril: En los actos dedicados a la literatura, con mayúscula por supuesto, una inmensa mayoría son hombres muchos de ellos desconocidos o muy poco valorados para el público más o menos enterado como podría ser yo. Y lo mismo ocurre en los actos dedicados a la música, no a la creación a la crítica y la valoración de los distintos conciertos e intérpretes que van apareciendo en el panorama musical. Lo mismo que la pintura, en la crítica o información de las exposiciones.
Y lo mismo ocurre con la violencia doméstica que al parecer solo las mujeres son las que saben hablar de ello, porque muy pocas veces veremos un hombre hablando de esa plaga que se extiende por la sociedad con su inestimable ayuda, o el machismo que desde hace milenios el hombre ‘inocentemente’ ha estado esclavizando a las mujeres. Así debería reconocerse y por lo tanto también ellos podrían asistir a mesas redondas o dar conferencias sobre la responsabilidad de sus congéneres en este asunto. Pero siempre somos nosotras las que tenemos que hablar de ello, como si viéramos en una sociedad de compartimiento y esas lacras nos las dedicáramos las unas a las otras.
En cuanto a la crítica literaria y a los autores la diferencia en los medios es abismal. A un autor no le hace falta llegar a lo más alto del Olimpo para tener dos o tres páginas en un periódico o en una revista, llega con su primera novela y los elogios que se le dedican superan con creces, y no por su calidad, a los de mujeres también con una primera novela o ensayo muchas veces espléndido que son marginadas, por supuesto no con esta intención que sería completamente imposible porque quienes organizan las páginas literarias en la mayoría de los casos ni siquiera las ven.
En cuanto a la política y la economía todavía es peor, porque se ignora sistemáticamente a un buen número de mujeres expertas y preparadas y se sustituye en muchos casos por esos hombres que lo único que han hecho en su vida es merodear por los pasillos del poder ?por humilde que sea- y asistir a mesas redondas diciendo una vez y otra lo mismo, defendiendo a los partidos que los aúpan que por esto siguen siendo tan solicitados, mientras otras mujeres periodistas han de buscarse la vida como pueden porque los grandes medios son en estos asuntos, partidarios de que, cuando se habla en serio y de temas serios, estén solo los hombres. Incluso en los programas más progresistas que tendrían que elegir por lo menos la misma cantidad de expertas que de expertos, no se hace.
Estoy hablando, no de las mujeres que han alcanzado la notoriedad y el éxito, sino de las miles de mujeres que han de hacer esfuerzos descomunales para conseguir lo que, no todos los hombres por supuesto, sino esos que están en todas partes sin aportar nada ni a la cultura ni a la investigación ni al pensamiento y la crítica, consiguen sólo por el hecho de ser hombres.
Así se entiende que a la Real Academia, no le parezca adecuando hablar de lenguaje sexista, en primer lugar porque para ellos, los académicos, la gramática va por delante de la justicia y del lógico e inevitable progreso del lenguaje y de la sociedad, y en segundo lugar porque si el masculino engloba al femenino ya hace bastante, ya que en realidad representa a quienes tiene que representar, a los que están presentes en una mayoría aplastante en los medios, en la sociedad, en la transmisión de cultura, en la explicación y análisis de la economía y la política y en el poder, por preparadas que estén las mujeres, que ya pueden estar contentas y no pedir más que bastante hacen ellos con dejarnos compartir nuestra existencia en el género masculino gramatical que los representa.