La “realidad” de la violencia de género: efecto “percherón”

“La mujer pareja/madre posee una identidad como individuo, y otra identidad como garante y responsable última de los miembros de la familia y de la propia estabilidad familiar. Esta misma mujer, partida en dos identidades como mujer, y como pareja y madre, es capaz de desarrollar su identidad como individuo en toda su plenitud cuando no se mueve en el terreno doméstico. Pero, cuando su decisión afecta a la unidad doméstica, la tendencia es la de disminuir la identidad como individuo, posponiendo cualquier interés personal al interés que presume de protección doméstica. Las víctimas de la violencia de género viven una realidad terrible en la que no saben qué hacer, no saben qué camino tomar, o que meta perseguir. La mujer sumergida en una historia de violencia doméstica cronificada y que debe tomar decisiones está en una situación similar a la que podría estar, cuando en la Edad Media, y como ejecución de algunas sentencias, se situaba a una persona en el centro de la Plaza Mayor, y se ataban animales de tiro a cada una de sus extremidades para desmembrarlas” Son líneas del informe “Modelos de Actuación en Violencia de Genero, estudio piloto en Aragón dirigido por Juan Antonio Cobo. “A medida que vas oyendo a esas víctimas compruebas que en un tobillo podemos notar que tiene atado a un percherón que, con terquedad y fuerza mantenida, retrata la historia de la víctima, de sus recuerdos, de su protección a la persona que le maltrata, y de su propia vulnerabilidad. Hemos llamado EFECTO PERCHERÓN a esta fuerza que la mantiene en la perseveración de sacrificarse, en el silencio necesario para que nada cambie, en un silencio que incluso le impide contarlo a sus allegados, y mucho menos a convertirlo en algo público a través de una denuncia.” Nada que añadir a esta descripción del profesor Cobo. Solamente llamar la atención sobre este efecto “percheron” que explica el silencio de muchas victimas. Y junto a ese silencio, la incomprensión de quienes atienden a las victimas ante los años de silencio, ante el decir y desdecirse, ante las contradicciones. Atender a las victimas de violencia de género exige profesionalidad, y exige, asimismo, una profunda comprensión de las circunstancias de la mujer victima. Hay que saber comprender, y hacerlo con paciencia y con delicadez.

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