Madres solas por elección: Hijos de un Dios Menor

Mi nombre es Rosa Maestro, soy periodista, fundadora de la web ww.masola.org (madres solas por elección) y, evidentemente, madre sola por elección, orgullosa de serlo. Mi primera hija nació hace ahora casi siete años gracias a las técnicas de reproducción asistida y gracias a un donante anónimo; mi segunda hija, es fruto de un acogimiento permanente internacional.

Hace menos de una década era difícil encontrar una mujer que dijese abiertamente que había decidido ser madre soltera, pero hoy en día, aunque seamos el colectivo más pequeño dentro de las familias monoparentales, somos ya muchas y algún que otro padre soltero por elección. Las clínicas de reproducción asistida hablan de un incremento del 40 por ciento tan solo en los dos últimos años de mujeres que acuden, sin pareja, en busca de un tratamiento de fertilidad. Los datos relativos a la adopción han ido también en aumento, aunque durante los últimos años se hayan vistos disminuidos por el cierre de la mayoría de los países a la adopción monoparental.

Entre los muchos modelos de familia monoparentales, quizá el mío, sea el menos habitual, y aunque muchas personas lo justifiquen como fruto de un capricho, argumento ante el que me manifiesto en total desacuerdo, no por ello dejamos de ser familias monoparentales.

Ser madre no es nunca fruto de un capricho y menos en nuestro caso. Es una decisión quizá excesivamente meditada. Cierto que nuestro modelo de familia lo es así porque nosotras lo hemos deseado y, sobre todo, porque en España, una mujer es libre de poder elegir su maternidad en solitario. La actual Ley de Reproducción Asistida no nos discrimina en este sentido y tampoco las leyes de adopción.

Socialmente y desde mi experiencia, no nos sentimos discriminadas. El entorno familiar suele ser un gran apoyo y el resto de los entornos cercanos: amigos, colegio, vecinos, nos suelen ver como una familia más. Sin embargo, el hecho de ser aceptadas socialmente no significa que lo seamos políticamente.

Un gran número de madres solteras por elección, cada vez más, lo son gracias a las técnicas de reproducción asistida. Y eso es posible porque la actual Ley de Reproducción Asistida no discrimina ni en cuanto a condición sexual, civil o edad. Sin embargo, cuando una mujer sola se acerca a la Seguridad Social para solicitar un tratamiento de reproducción asistida tropieza con un sistema arcaico que se lo deniega. Solamente se tiene constancia de contados casos en los que hayan sido admitidas. Ni siquiera en Andalucía donde abiertamente dijeron que serían admitidas en igualdad de condiciones que las parejas, lo cumplen. En la mayoría de las ocasiones es el ginecólogo que atiende a la mujer sola quien le dice que no se trata de un problema de fertilidad e incumpliendo con la actual ley es discriminada y no aceptada, en los peores casos llegan a decir cosas como: “Tú lo que tienes que hacer es buscar un buen maromo y que te haga un hijo”, incurriendo no solo en una falta de respeto sino en un latente machismo y apoyando prácticas de engaño totalmente perjudiciales para los menores en el futuro. En otras ocasiones son derivadas al especialista y la mayoría se han tropezado con hospitales en los que inclusive, fuera de lo que marca la ley, han publicado normativas internas para que no seamos aceptadas.

Claro está que esto ocurre más a menudo en unas comunidades que en otras. Generalmente Madrid se lleva la palma. Cataluña, País Vasco y Andalucía son las comunidades en las que se ha detectado que van aceptando poco a poco a mujeres sin pareja en los tratamientos de fertilidad por la Seguridad Social.

Entendemos que la Seguridad Social no es un saco sin fondo y que no hay para todo, pero si no hay para unos, no hay para nadie. No se puede discriminar aleatoriamente y según cánones éticos que no están contemplados por la actual sociedad de derecho que dice que no podemos ser discriminadas, máxime en un país que se sacia a decir que todos los modelos de familia son iguales y tenemos los mismos derechos y obligaciones.

Obligaciones sí, porque nosotras pagamos nuestros impuestos y cumplimos nuestros deberes como ciudadanas al igual que las parejas, inclusive somos gravadas fiscalmente, pero a la hora de obtener nuestros derechos, no somos tratadas en igualdad.

Además, cuando cumplimos los 39 años, y es lógico que una mujer sola se acerque a la maternidad más tarde, tampoco nos aceptan porque dicen que el máximo de edad está en los 40, por probabilidades de éxito. Estos mismos ginecólogos que muchas veces trabajan también en clínicas privadas, sí nos aceptan en estas clínicas hasta los 50 años. Claro, que en las privadas nos dejamos un pico.

Simplemente por dar algunos datos: Cada intento de Inseminación artificial con donante son unos 1.500 euros con medicación incluida (medicación que cuesta unos 300 euros y que tampoco nos cubre la Seguridad Social); cada Fecundación In Vitro son unos 6.000 euros, cada donación de óvulos son unos 8.000 euros y una donación de embriones unos 5.000. Si estas cifras se multiplican por el número de intentos, entenderán que hay muchas mujeres solas que aunque quieran tener un hijo, no pueden.

Y muchos dirán “pues que acudan a la adopción”. Mi segunda hija es un acogimiento internacional y cuando hace años me dijeron que las mujeres solas u hombres, podíamos optar en igualdad de condiciones a las parejas para la adopción, ilusa de mí me lo creí. No es cierto, eso solo lo dicen con la boca pequeña, falacias electorales para ganarse a un público concreto, pero que luego los estamentos encargados de llevarlas a cabo, no las cumplen.

En la adopción nacional, somos los últimos de la fila, por delante nos pasan todas las parejas, independientemente de cuando se haya presentado la solicitud. Jamás somos llamadas/os ni siquiera a los estudios psicosociales (mi solicitud de adopción internacional cumple ahora dos años y hasta ahora solo me han dado las gracias por enviarla). Conozco contados casos con los dedos de una mano que hayan sido aceptadas/os. Ni siquiera para los acogimientos, que te ponen mil y una pegas, como fue en mi caso, por no tener pareja, alegando la falta de estabilidad emocional (ni que las parejas fuesen tan estables) y solo nos requieren para un menor con problemas graves (para los que supuestamente estamos mejor preparados que las parejas).

Finalmente, parece ser que el acogimiento temporal o permanente es para el que nos dejan y en contadas ocasiones -que también me parece bien -, pero luego nos encontramos con que hasta que no es adopción plena no recibimos los 2.500 euros (y no los 3.500 que se hartan de gritar a los cuatro vientos que son para familias desfavorecidas, cosa muy loable, pero que no digan que son para las familias monoparentales), en muchas comunidades no reciben los 100 euros mensuales, y como no está en el libro de familia no se le contempla para nada. Vaya, ¿será que el hijo acogido no come, no viste, no asiste al colegio, no necesita de atenciones especiales ni de tratamientos médicos?

Nos ha quedado siempre la adopción internacional, pero cada vez está más complicado y prácticamente todos los países excepto dos o tres han cerrado las posibilidades a las familias monoparentales.

No entiendo esta negativa continúa a la adopción por parte de una familia monoparental, cuando hoy en día ya hay suficientes familias monoparentales adoptivas, para hacer balance de la estabilidad de esos niños y empezar a ser tratadas como una familia más, capaz de sacar adelante a un menor, darle amor, estabilidad, comprensión, educación…

Y en estas que me vienen a la mente los hombres, los padres solos por elección, quienes aún viven más a la sombra política que nosotras las mujeres. Ellos son prácticamente vetados en la adopción nacional e internacional (creo que solo pueden adoptar en Rusia) y en cuanto a la reproducción asistida, tiene que recurrir a la maternidad subrogada (vientres de alquiler) a países como Estados Unidos o India y pagar cantidades que llegan a superar los 150.000 euros por un hijo. Creo que va siendo hora ya de que en España, por esta y por otras muchas causas, se legalice la maternidad subrogada.

Por último destacar que, además de todos los otros muchos más conceptos por los que las familias monoparentales, seamos de color que seamos, estamos discriminadas, hay uno que clama al cielo: el famoso título de familia numerosa monoparental con dos hijos. Llevamos tres años de retraso para obtenerlo desde que se firmó el decreto ley en el que se nos dejaría de discriminar con relación a viudos y viudas que sí lo tienen y pese a contar con una pensión de viudedad, cosa que nosotras/os no tenemos. Se aprobó legislar sobre ello en los presupuestos generales del Estado de 2009 y en los de 2010 que se dieron tres meses de plazo. A fecha de hoy, seguimos siendo tremendamente discriminados/as, porque parece ser que el Gobierno escucha más a las asociaciones de familias numerosas que tienen miedo a perder un privilegio obsoleto, porque en la actualidad, las familias que hoy en día tienen más de dos hijos, y sobre todo, más de tres -quitando algunas otras que las pobres ni siquiera tienen conocimiento del título y si lo tienen no saben ni cómo obtenerlo-, lo son porque pueden. Se les está dando unos privilegios a unas familias que generalmente son pudientes, mientras se les quita a otras que verdaderamente lo necesitan. Quizá nosotros/as tampoco seriamos dignos de tenerlos, quizá hubiese que eliminar estos títulos arcaicos y ver realmente qué familias necesitan ayudas y dárselas a ellos, pero mientras lo tengan viudos/viudas, nosotros/as también tenemos derecho a él. Es, además, totalmente ilógico que dependiendo de la Comunidad en la que vivas te vaya mejor o peor siendo familia monoparental. Que en algunas tengan el carné de familia monoparental, que tengan ayudas anuales, y en otras, no te den ni los buenos días.

Supongo que después de todo esto, habrá quién siga pensando: “ellas/ellos lo han elegido, ¿por qué piden ahora?” Claro que lo hemos elegido, porque tenemos todo el derecho del mundo a elegir cómo queremos vivir, cómo deseamos nuestra familia, y nos amparan las leyes. Y sí, lo hemos elegido, repito, al igual que elige el que desea casarse o el que no; el que decide abortar o quien no; quien decide su familia homosexual o quien no; quien quiere un hijo o quien desea cinco; o inclusive, aquellos que no desean tener hijos. Todos están en su derecho de hacerlo, nosotras/os también.