Malpaís
Cuando la película Los abrazos rotos, de Almodóvar, se adentra en Lanzarote me acordé de una hermosa palabra que descubrí este verano al visitar la Isla. Malpaís. Designa a una tierra baldía de origen volcánico que produce un paisaje lunar y onírico. En el Malpaís de la Corona, destacan un anchísimo caudal de enormes y negras piedras de lava que se extienden desde el cono volcánico y llegan hasta el mar. No se puede cultivar, no se puede vivir, casi no se puede ni caminar, lo que ha permitido que el paisaje permanezca inalterado a lo largo de los siglos. Es un territorio derrotado, incapaz de producir nada y que, sin embargo, no deja de ser los restos de un pasado en ebullición. Un momento del pasado efusivo de la tierra que termina en derrota, en país malo, improductivo. Que produce solamente belleza. Casi nada.
Salgo del cine y escucho en la radio que Kosovo se ha convertido en el Malpaís del gobierno socialista. Un malpaís que le produce disgustos y nulas productividades diplomáticas. Norteamericanos y aliados de la OTAN se han mosqueado ante el anuncio de la retirada del contingente español en Kosovo, un no-país de acuerdo a su estrategia al no haber reconocido su independencia. En torno a la polémica sobre este, a ojos de España, malpaís, Trinidad Jiménez, Secretaria de Estado para Iberoamérica, ha dado un malpaso. Asegura que las críticas que ha recibido la ministra Chacón por haber anunciado la retirada –en plan buen rollito – primero a los soldados antes que a los aliados, están cargadas de machismo. Aunque en su momento muchos comentarios a la designación de Chacón como titular de Defensa –aquella famosa foto en que pasaba revista a las tropas embarazada– fueron sutil o enfáticamente machistas, no parece que esta vez el machismo sea la base de las críticas. Es, por tanto, un mal paso, utilizar el Buenpaís de la causa feminista, para responder de forma unilateral a las criticas. Y que conste que la mayoría de las veces el tufillo sexista asoma invariablemente cuando se critica a las políticas.