Mayo
Mayo 08, ¿a qué me suena? Ah, sí, este mes se cumplen cuarenta años del Mayo francés. Siempre ha estado allí, lo viviéramos o no. Algunas teníamos cinco años cuando los estudiantes franceses se liaron con los adoquines pero crecimos con su eco mítico. Ahí estaba, en las revoluciones de sobremesa de los 70, en los carteles del Ché, en los viajes que los primos mayores hacían a la India para vivir con lo puesto. Cuatro décadas después llama la atención que uno de sus principales protagonistas, Daniel Cohn-Bendit coincida con Sarkozy. El primero ha publicado recientemente Olvidar el 68, unos meses después de que el presidente francés dijera en la campaña electoral que había que enterrar esa etapa negra de la historia francesa. Seamos realistas, pidamos lo imposible, decía uno de los eslóganes más conocidos de la movida parisina. El paso del tiempo nos ha permitido comprobar que los hijos enfrentados de las sociedades opulentas pueden coincidir, aunque parezca imposible. Quizá el mayo francés fue el aeróbic revolucionario de las ovejas negras de las familias burguesas. Jóvenes que, efectivamente, querían cambiar el mundo, movidos por el aburrimiento pequeñoburgués de sus vidas predefinidas.
Poco queda de aquella revuelta antiautoritaria. Si acaso un recelo contra todo poder establecido y nada de la efervescencia contracapitalista y antisociedad de consumo. Aquellos jóvenes utópicos volvieron a sus estudios y con el tiempo se adaptaron estupendamente al sistema. Las siguientes generaciones fuimos más escépticas y pragmáticas. Arreció el paro, la competencia por los puestos de trabajo desde la mismísima facultad. Sin un horizonte seguro ya no se podía jugar a la revolución. Había que buscar trabajo en la, gracias al paro, perfeccionada selva capitalista. Aquellos jóvenes de los 60, desde sus puestos en el poder de la política y de las empresas, nos tildaron de blandos y adaptados por carecer de ideales. Ellos y nosotros nos hemos hecho mayores. Quien se mantiene, sin duda, con toda la fuerza juvenil, es el mercado. Siempre reinventándose. Vaya que sí.