Menores y publicidad
En tiempos de crisis los negocios se empeñan en la búsqueda de clientes, y lo hacen con publicidad agresiva, que llegue al público, que les permita nuevos clientes o usuarios. Hasta aquí todo normal. La anormalidad llega cuando algunos empresarios se salen de “madre” y rozan hasta el delito, y no digamos el despropósito.
Una discoteca de Granada ha “ideado” una “maniobra” para sus horas ligth, la hora de usuarios menores: puja por adolescentes femeninas o masculinas: subida al escenario y quien mas dé tiene derecho a conocer mejor al o a la adolescente; también fiesta de las minifaldas más atrevidas. Las protestas de asociaciones e instituciones han hecho que la discoteca retire el anuncio y “las actuaciones”. No tengo la menor de las dudas: hay que sancionar adecuadamente a semejantes “descerebrados”. Sí, porque actuar así es actuar de un modo sexista, de un modo que conduce –y ya tenemos suficiente superficialidad- a trivializar las relaciones entre los adolescentes.
Un pub de Almería ha ido todavía más lejos. Ha publicitado una fiesta con un cartel en la que se mezcla niños y sexo: consumiciones baratas con el reclamo de una pareja de menores –apenas cinco años- en las que la niña muestra al niño el interior de sus braguitas y “un bocadillo” en el que se afirma “con esto es con lo que voy a controlar la vida”. ¡Repugnante publicidad! Algo más que repugnante: sexista, atentatoria contra la dignidad de la mujer, una posible infracción de la normativa referente a los menores.
Estamos luchando por la igualdad de mujeres y hombres. Ahora vienen “los descerebrados” del pub almeriense y nos dicen que las mujeres utilizan el sexo para el poder; es decir, reducen la mujer a puro sexo, esa es “toda su dignidad”.
No se trata, por parte de las autoridades, incluyo la Fiscalía de Menores, de advertir al pub, se trata de hacer cumplir la ley, se trata de sancionar adecuadamente. Y nos va en juego muchas cosas.
Entre otras, la lucha contra la violencia de género, también la igualdad. Entre otras, el preguntarnos por el fracaso de la educación en la igualdad, de todos los esfuerzos en los últimos años con leyes y actuaciones. Está claro que siempre existirán “los buitres” –muchos de ellos “pobladores de Atapuerca”; siempre existirán quienes quieran aprovecharse de los instintos, de las frivolidades, de los criterios anclados en un pasado que hay que olvidar cuanto antes. Pero esos “buitres” no pueden irse de rositas, ni mucho menos. La sociedad, las mujeres, los menores exigen una sanción consecuente, una actuación enérgica.