Nuestro sentido común
Sabemos, porque así nos lo han contado, no porque tengamos pruebas indiscutibles, que precisamente la prostitución – la palabra en femenino que no suele necesitar aclaración de género igual que al parecer la palabra miembro – es el oficio más antiguo del mundo y no por ejemplo la curación ni la caza. Igualmente sabemos que la alcahuetería sistemática de los cuerpos de las mujeres no va a desaparecer, porque los hombres tienen muchas necesidades sexuales y las mujeres, por su sexo biológico, unas ganas descontroladas de exponer su cuerpo para satisfacer a los hombres y no a sus propios deseos. Por lo tanto es totalmente irresponsable hablar de la prohibición de la compra-venta y el uso de los cuerpos de las mujeres, porque así se deja fuera una cuestión con mucha más importancia, una cuestión de libertad sexual de los hombres. Es decir: cada hombre heterosexual debe tener la posibilidad de conseguir sexo cuando quiera, porque tiene un derecho natural para ello, derivado de sus necesidades específicas. El derecho de la mujer consiste en elegir si ser la satisfacedora de las necesidades sexuales del hombre o la madre de sus retoños y la empleada de su hogar. Pero ¡ojo con las elecciones! Satisfacer demasiadas necesidades te hace puta (oh, sí, legalizamos a los prostíbulos e idealizamos a la prostituta, pero la puta era y sigue siendo un insulto). Por otro lado, dedicarte solamente a tus hijos e hijas y a tu casa, te hace maruja. Los mitos dicen que una santa pero seamos sinceros, al fin y al cabo una maruja.
Un hombre heterosexual no suele encontrar problemas de etiquetas, excluyendo la amenaza de ser llamado mariquita o calzonazos (¡qué horror!). El hombre suele tener otro tipo de estrés – está trabajando. Y si Bruselas hubiera decidido prolongar las horas de trabajo hasta las 60 horas, ni se hubiera quejado. Pero ahora la crisis y el paro, que al parecer sufren mucho más los hombres. A las mujeres les animan a apoyar a sus hombres y „t e m p o r a l m e n t e aguantar la presión de una cabeza de familia” (claro, la mujer lo tiene más fácil, siempre le quedará la posibilidad de vender, por ejemplo, su cuerpo…).
La situación es difícil ya de por sí, pero la mujer sigue quejándose, exigiendo más compromiso con los hijos e hijas, más dedicación a las tareas del hogar y menos cerveza y fútbol. ¡Y encima lo exige cada santo día! Pero el hogar y los niños, por Dios, son asuntos de la mujer y no suyos (y si no, ¿por qué dan el cheque bebé de 2 500 euros solamente a las madres? Exacto, porque cada persona con sentido común sabe, que los niños nacen para la madre). El padre tiene otros intereses y otros problemas. ¡Ojalá, tuviera solamente los problemas de los mocos de los niños y del polvo en las estanterías!. Pero no es así. Y por eso el hombre bebe. La borrachera es una parte normal de la vida, igual que la parte normal de un viaje a Tailandia son las prostitutas, las cuales en su mayoría son menores de edad, pero allí cerramos los ojos. Además dice la lógica, que si están alli y se ofrecen, será porque quieren. Todo el mundo lo sabe.
También sabemos que para gustar a un hombre de verdad la mujer tiene que ser hetero hasta la médula, y ser, o por lo menos querer ser, como una chica Interviú. Delgada, con pelo largo, bronceada, con un culo respingón y pecho abundante. Es poco probable que una chica delgada tenga pecho abundante pero ¡no os desesperéis! En las manos de un cirujano plástico podéis ser cortadas, pinchadas, atravesadas, agujereadas para estar buenas (lo de ser buenas ya os viene de nacimiento). Y cuando eso está hecho hay que pasear por la vida con la ropa lo más incómoda posible: tacones de aguja o plataformas de vértigo, una mini muy apretada o con un vestido de generoso escote, pero preferiblemente sin pantalones. Pero en el caso de decidir por pantalones, que sean extremádamente ajustados o supermini. Y todo eso para que vuestros sentidos fueran constantemente, día tras día ocupados solamente con vuestro aspecto (para no tropezar, para no enseñar demasiado el pecho o el culo, o al revés, mostrarlo injustificadamente poco, para que los labios brillen naturalmente (ya se sabe, que el color natural no es suficientemente natural ni tiene el efecto mojado necesario, así que hay que pintarlos), que el rímel no se corra, que la frente no brille, que el flequillo sea liso, que los rizos no se encrespen etc). Para que no haya nada más en vuestras mentes. Ah, ¡y la manicura de uñas largas! Porque así es bello. Y todas las mujeres deben ser bellas. Los valores del hombre (de verdad) están en otros sitios. Más profundos, relacionados con el poder, con el dinero y/o el extraordinario talento científico y/o artístico. Ellos saben que prestar una atención enfermiza al aspecto de uno y gastar el valioso tiempo en ello es algo sumamente estúpido. Ese tipo de vanidad no es serio. Sólo lo hacen los gays. Y las mujeres, claro está. Todo el mundo (con sentido común, claro) lo sabe.
Porque sabemos que a las mujeres les atrae, por naturaleza, eso de exponerse. Ellas solas lo buscan para estar constantemente en el centro de atención, en el blanco de todas las miradas. Y cuánto más desnudas mejor. Hay pensadores que afirman que es un derecho (y no una imposición) de las mujeres. La verdad es que tampoco tenemos nada en contra de las mujeres integramente desnudas ante nuestros ojos, aunque dar el pecho en un sitio público es totalmente perverso y debería ser prohibido (dar el pecho no tiene nada sexy, ¿quién quiere verlo? ¡Mujeres, parid, dad el pecho, educad, cuidad pero hacedlo en algún otro sito, lejos de nuestra vista, fuera de la vida pública!)
Pero si el ojo del otro no ve a la mujer, si las palabras del hombre no reconocen tu belleza, entonces significa que eres fea y eso, claro, te pone de mal humor. Crea inquietud. Porque desde la infancia nos han contado que todas las mujeres tienen que ser sensualmente bellas. Y el mal humor puede despertar el sentido de la crítica, y la mujer puede convertirse en feminista. Sí, sí, en esa mujer insatisfecha (todo el mundo con sentido común sabe que las feministas son unas insatisfechas) que en realidad, muy, muy dentro de ella, añora que venga una polla del tamaño de edificio Agbar de Barcelona y le empuje el sentido común hasta su cerebro. Feminismo, por cierto, lleva directamanete a la catástrofe, es decir al lesbianismo (dos mujeres haciendo el amor es excitante solamente si se espera la entrada en la escena de un hombre. Las mujeres se besan, se tocan y hacen el amor para la mirada del hombre, no por sus propios deseos. Si no es así, muy normal, lo que se dice normal, no es). Y las lesbianas, ya lo sabemos, matan a los fetos para comérselos luego.
Aunque la verdad es que no hay razones para la preocupación, porque en vez de rebelarse, la mayoría de las mujeres caen hasta las cejas en las disfunciones alimentarias, que abarca casi la mitad de todo el dolor de ser y llegar a ser una mujer. A las mujeres les tira hacia la auto-tortura en nombre de la belleza; pasar hambre, sufrimiento, humillación. No hay nada que hacer, se encogen de hombros los hombres. Porque a las mujeres les tira hacia allí como les tira hacia parir (tiene que estar relacionado con la llamada de la sangre, las hormonas o la genética, asienten los científicos). Por lo cual, los ovarios aprietan muchísimo por sus deseos de parir. Queremos parir, ¡más y más! Pero, claro, la necesidad y el deseo sexual es mucho más grande en los hombres, y de ahí también el negocio del sexo orientado solamente hacia los hombres. Todo el mundo lo sabe.
Igual que sabemos que en realidad las mujeres quieren colgar sus títulos universitarios en la pared de la cocina y voluntariamente cuidar de los hijos e hijas (de los suyos propios y los de los demás), de su hombre, de sus padres, de los padres del marido, de su gato y del perro. Quieren en general cuidar de todo el mundo. Ser, estar para los demás, vivir para ellos y no para ella misma. Preparar crepes. Y prepararlos para que su familia sepa y vea cuánto la mujer les quiere, aunque ella lo odia, cómo confesó la artista estonia Anne Parmasto en una exposición anual. (Obra, que no fue considerada correspondiente con el título de la exposición „Autodestape” por los críticos varones, porque la artista no había incluido una foto suya desnuda. Que por supuesto es incomprensible, siendo una mujer).
Y tampoco nadie le pregunta si la mujer quiere hacerlo, en vez de hacer otras grandes cosas fuera del hogar. Luchar contra las injusticias y desigualdades, decidir en la política internacional, en la política económica, en el cambio climático, ser una artista, científica, legislar. Crear el mundo, que también es su sitio. Nadie lo pregunta, porque, ¿dónde están mejor el hijo y la hija que con su madre?. ¿Y dónde está feliz la madre? Exacto, con su hijo e hija. Pero ¿y el padre? Ah, sí, aquí las cosas cambian. El padre está feliz en el trabajo. Todo el mundo lo sabe.
Pero si alguna mujer ve despertar su deseo de hacer carrera laboral, entonces la revista Playboy promete arrimar el hombro. En la página web de la versión estonia de la revista se puede leer textualmente: „Playboy ha ofrecido siempre desafíos y oportunidades para las mujeres que hayan posado para la revista. Justamente gracias a ello, se han visto impulsadas las carreras de muchas de ellas”. Así que para empezar con cualquier carrera lo mejor, lo deseable, es desnudarse. No hay nada malo ni nada humillante en ello, porque ante todo eres una (escritor)a o una (director)a.
Por cierto, Playboy viene de Estados Unidos y como todos sabemos, la mayoría de los fenómenos que allí triunfan valen la pena ser implantados en otros países. También podríamos importar la revista de Girls gone wild, que comprensiblemente no habla de las chicas que se volvieron salvajes por la desigualdad y violencia contra las mujeres que yace detrás de la apariencia de la igualdad de sexos. No, esa revista es de las chicas con quiénes se puede hacer todas las salvajadas que un hombre heterosexual o varios quieran hacer. Al principio, en su mente y luego con una mujer real, porque no nos olvidemos el derecho natural de un hombre heterosexual a hacer con la mujer lo que quiera hacer y creer que esto es, justamente, lo que la mujer, en su profundo ser, quiere que hagan con ella. El futuro es para ese tipo de chicas. Aunque no en el gobierno ni en la dirección de empresa ni en la ciencia. Ellas no lo quieren. Ellas quieren romper sus camisas, botones volando por todo el mundo, y enseñar sus tetas en la portada de Interviú, de Playboy o donde sea. Y eso creen y persiguen muchas chicas salvajes, cuyo pecho (aunque jamás dando de comer!) es eternizado para la felicidad de todos (¿y todas?) nosotros con la cámara de la última generación, cuya botón está presionado en el 99% de los casos por el dedo de un hombre, y cuya resultado admira en el 99% de los casos el ojo de un hombre. Eso es, el pecho es la base de la felicidad. „Sin tetas no hay paraíso,” dice la popular serie, uniendo (¡ojo!) la prostitución con el lujoso estilo de vida. ¿De qué estamos hablando, por Dios?
No, no estamos hablando de Dios. Somos gente con sentido común.