Pocas luces
La ciudad es el oikos común, el hogar colectivo. No siempre las ciudades se comportan como hogares acogiendo a sus habitantes de forma cálida y humana. Y en demasiadas ocasiones es justamente lo contrario. Un falso hogar, pasto del frío y la inseguridad; un hogar común que, de algún modo, expresa una parte de lo que somos que no nos gusta. Al leer la noticia de la agresión sexual que ha sufrido una joven de 19 años en la zona de Riberas de Loiola, me he acordado del mapa que hace años publicó Plazandreok. Se trataba, en concreto, de un mapa de nuestra ciudad prohibida, mostrando los lugares que las mujeres donostiarras consideraban conflictivos o peligrosos. Entre otros lugares aparecían el acceso a Ilunbe desde Anoeta, el entorno del estadio de Anoeta, el Puente de Hierro…
La primera sorpresa es comprobar que, después de tantos años, todavía existan zonas sin iluminación nocturna. Los vecinos de Riberas denuncian el abandono del barrio y el no funcionamiento de las lámparas en los soportales de las viviendas. Entre las propuestas de Plazandreok se encontraban la progresiva desaparición de los túneles subterráneos y su sustitución por pasos mejor iluminados y más seguros; una mayor iluminación en las zonas conflictivas y revisión periódica de las instalaciones; el aumento de los horarios del transporte público a los barrios, especialmente en horas nocturnas; o la colocación de timbres de alarma en las columnas de los parkings subterráneos y mejorar su iluminación.
Desde niñas, las mujeres interiorizamos el peligro, y en la misma medida ponemos en práctica diversas estrategias de autoprotección que limitan nuestra autonomía personal, lo que también supone una forma de victimización, tan asumida, que si una mujer es víctima de un hombre en la calle, se le acusa de no haber sido lo suficientemente prudente. La planificación y el diseño urbano tienen necesariamente que tener en cuenta estas cuestiones de las que, además, se beneficia el conjunto de la ciudadanía.