Desiguales también en la salud laboral
El pasado mes denunciábamos que la segregación laboral discrimina a las mujeres. Reivindicábamos el mismo salario por trabajos de igual valor. Además explicábamos que la conciliación de la vida laboral y familiar es una práctica asumida casi en exclusiva por las féminas y proponíamos repartir las responsabilidades familiares.
Seguro que ustedes estarán pensando, ¿Qué tiene que ver dónde trabaja o lo que cobre una mujer respecto a un hombre con el día de la salud laboral? Pues en mi opinión sí tienen que ver y voy a intentar aclararlo.
Considero que estas reivindicaciones de marzo deben estar presentes el 28 de abril. Si queremos exigir salud en el trabajo tenemos que hacerlo tomando en cuenta que hombres y mujeres no son iguales en el mercado laboral.
No podemos tener espacios de trabajo saludables, sin riesgos y de calidad sino tenemos en cuenta las desigualdades. Porque éstas también condicionan la salud laboral de las mujeres y de los hombres. La segregación ocupacional tiene consecuencias. El trabajo de las mujeres está centrado mayoritariamente en sectores en los que se requiere mayor carga mental, como por ejemplo el cuidado de enfermos. Encontramos a las mujeres en tareas donde se repiten posturas inadecuadas y movimientos específicos como pueden ser el sector de la confección o la limpieza. Estas condiciones hacen que hombres y mujeres no enfermen ni se accidenten de la misma manera.
La conciliación de la vida laboral y familiar, con la consecuente doble o triple jornada que desempeñan mucha mujeres, conlleva un conflicto de roles marcado por las diferentes exigencias sociales que tienen hombres y mujeres. La presión y el desgaste ocasionados por la existencia de un techo de cristal genera tensión, frustración y “queme”. Todas estas situaciones unidas a la brecha salarial, al acoso sexual y al acoso por razón de sexo que sufren algunas mujeres por situaciones derivadas de la maternidad, generan una serie de factores de carácter psicosocial. Estos factores son más difíciles de medir y de visibilizar pero están presentes y generan una clara desventaja frente a los hombres.
Unido a este panorama, se encuentra el hecho de que las mujeres son consideradas menos disponibles para el empleo y en algunos sectores menos capaces que los hombres. Esto hace que muchas veces una mujer “necesite” demostrar lo que vale. Todo este desgaste emocional, ligado al precario mercado de trabajo que sufrimos todas y todos, supone un factor de riesgo añadido para las mujeres.
Por otro lado, la presencia de mujeres con contratos precarios (la temporalidad de las mujeres está 6 puntos por encima de los varones) y a tiempo parcial (el 76% de los contratos parciales son de mujeres) hacen que la accidentabilidad sea más alta, ya que al haber un alto índice de rotación la falta de formación en el puesto es mucho mayor, aumentando con creces la probabilidad de que se produzca un accidente de trabajo.
Hoy 28 de abril reivindicamos salud laboral, pero salud laboral para todos y todas. Por esto es necesario un enfoque en la investigación, la política y la prevención que tenga en cuenta las diferencias de género a fin de garantizar una prevención eficaz e integral para las mujeres en el marco de la seguridad y la salud en el trabajo. En definitiva se trata de tener en cuenta las diferencias de mujeres y hombres y generar propuestas para ambos. En fin, lo de siempre, reivindicar igualdad real.
Virginia Carrera Garrosa
Portavoz del Colectivo Feminista Trece Rosas
Experta en Género y Políticas de Igualdad